viernes, 11 de marzo de 2016

Oyakata

Estos últimos días he hecho un poco de todo. Desde acodar un juniperos de ciento cincuenta años para hacer dos arboles, uno de cien y otro de cincuenta, hasta montar una malla de sombreo en una zona del vivero.
He visitado otro vivero de Shizouka  también. Una clienta coreana llegó al vivero y Oyakata le hizo una especie de tour por viveros cercanos. A uno nos invitó a ir. Era digamos que mucho más real a la imagen que podemos tener de un vivero japonés. No muy grande y con un anciano sentado trabajando un árbol mientras quizás su hijo nos recibía. Había pocos árboles en comparación con Taishoen pero mucho más cuidados sin duda. Tenía gran cantidad de plantas de acento, de todos los tamaños, y había también muchos pinos en estilo bunjin, que son casi mis preferidos, así que uno se viene para casa. Con Oyakata al lado siempre hay algún descuento...
El día que ayudamos a Oyakata a montar la malla de sombreo, al terminar nos invitó a tomar té y algunos dulces. algo que es bastante habitual aquí, obligado cuando se reciben clientes. Oyakata a un lado y enfrente los demás. Una mesa en el centro con dulces variados, y un tokonoma a la derecha en el que se van exponiendo los mejores árboles alternativamente. En un momento dado Oyakata empezó a soltar palabras como de asombro. Antes de que rompiera en carcajadas me di cuenta. Había echado como dulces la comida del perro de Taiga. Uno de nosotros incluso los probó, por no desairar al maestro, claro.
Lo bueno es que con eso había recibido a varios clientes en la mañana. No podíamos parar de reír. 'Pues sabían a queso' dice Javier.
Lo de los dulces japoneses el algo muy relativo. Nunca se puede fiar uno del color ni del producto ni del envoltorio, porque me he dado cuenta de que nosotros tenemos asociados sabores a ciertos colores. Es decir, ¿quién podría pensar que un envoltorio de un caramelo podría esconder una especie de bola sabor a corteza de cerdo agridulce? Siempre que probamos algún dulce nuevo le preguntamos al de al lado que si sabe o no a pescado. Es importante hacerlo antes de metérselo en la boca porque claro, uno espera un mantecado o una galletita, y lo mismo lo es pero con sabor a curry.
En otra ocasión en la que tomábamos el té nos contó que había tenido un accidente. Por lo que yo entendí se estampó contra un coche aparcado en un parking que pertenecía a una casa. No había nadie alrededor, así que llamó a la casa para avisar que había dañado el coche, pero nadie contesto. Decidió marcharse pero dice que cuando llevaba dos kilómetros su 'corazon' no le permitía seguir (mientras lo contaba se golpeaba el pecho una y otra vez), así que volvió y dejó una notita en el coche para hacerse cargo de los daños del coche. Es todo un personaje este hombre.
En otro descanso nos escribió en un papel nuestro nombre en caracteres japoneses, y nos dijo el significado de cada sílaba, o sonido que recogía ese caracter. Interesante. Nos contó que él había sido profesor de caligrafía de joven, pero que lo dejó por falta de tiempo.

Es como Forest Gump este hombre, en todos los fregaos te lo encuentras.



2 comentarios:

  1. Muchas gracias por estas cronicas de la estancia en Taishoen. Los que nunca podremos ir, al leerte parece que estuvieramos alli. Es un placer. Gracias.

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    1. Gracias Elías. Hace un año yo decía lo mismo que tú. Nunca hay que tirar la toalla. Coincidí con un argentino, Angel, que tenia 54 años.

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